sábado, 3 de enero de 2009

ROMPEMUROS: Aventura de los huevos podridos

En este interludio –esta nueva palabra me la enseñó el doctor por la mañana- he decidido seguir escribiendo el relato de nuestras andanzas, porque los que han leído, o escuchado el manuscrito anterior, han reído de lo lindo en algunos pasajes. Además han aguantado hasta el final, de lo que infiero –otra palabreja del doctor- que no debe de estar mal del todo. Lo hago también porque, sin más pretensiones que las de hacer más ligera la narración, quiero incorporar al relato escenas en modo dialogado para mejorar mi prosa. Y es que me estoy aficionando a esto de contar historias, y ya ronda por mi cabeza escribir una que sea totalmente inventada, porque en estas, al fin y al cabo, sólo describo situaciones reales y eso tiene que ser más fácil que escribir algo que no ha pasado nunca.
Ahora bien, lo que voy a relatar fue una de más ingeniosas acciones de los Rompemuros, que sitúa a la compañía en el lugar que merece, con un estilo propio, lejos de los errores de la aventura anterior, que en realidad sucedió con posterioridad. La he dado en llamar la aventura ‘DE LOS HUEVOS PODRIDOS

La verdad es que Ser Viktor lucía imponente junto a Kevan Lannister, con su magnífica armadura reluciente y el barco emplumado de su escudo bordado en seda de su tabardo. Yo, que nunca he sido de porte vistoso –enjuto y seco me llaman algunos que no son capaces de ver mi atractivo interior- desmerecía un poco la reunión de Señores; en parte por mi aspecto fuera de lugar pese a mis mejores ropajes, en parte porque tenía la cabeza en la Compañía que, a dos días de allí, realizaba pequeñas incursiones en las tierras de los Rowenlow. Nos reuníamos con el patrón Lannister para recibir nuestra siguiente misión, que intuíamos que sería la última pues una guerra en punto muerto no necesita de los servicios de una compañía tan cara como los Rompemuros. Contratar a los mejores tiene su precio, incluso para el León.
Una mesa imponente, de madera negra con incrustaciones de madreperla bajo un dosel de brocado, gritaba oro Lannister por los cuatro costados. Sobre ella un mapa de la zona con figuritas de madera tallada representando unidades y localizaciones. Alrededor de la mesa Ser Kevan y Ser Viktor, Ser Merlon Krakehall, el hijo menor del señor de Krakehall, Ser Ryan Swyft, sobrino lejano de la mujer de Ser Kevan y un servidor, que asentía a los diversos comentarios con ‘ummms’ y ‘ohm’ que indicaban, o eso creía yo, mi profunda concentración en los temas que se trataban. Despeje la cabeza cuando Ser Viktor, que no se le escapa una, se dirigió a mi « Boliardo ¿estas de acuerdo? » Golpeaba con una vara de avellano un castillito que había quedado tras las líneas Lannister con una banderita del pez Tully sobre él.
« ¿Si? Ehm, si ». Reconozco que no fue una buena respuesta, pero cogí el hilo del capi enseguida. «El castillo de los olivos.» Asentí y puse en marcha mi cabezota para recordar las palabras de Maese Tenmar tras el reconocimiento dos semanas antes. « El asunto esta jodido… » Tenmar no utilizó estas palabras exactamente, pero no era uno de mis mejores días. « El castillo no es gran cosa, pero está encaramado en lo alto de un monte cortado en terrazas llenas de olivos ordenaditos, un camino intrincado y estrecho es el único acceso directo. Las terrazas nos ofrecen protección pero dificultan el asalto. Más bien de los de un par o tres meses de asedio ». Miré al capi satisfecho que asintió y me despidió con un gesto. «Señores…» e incliné la cabeza con la debida deferencia, demostrando que también puedo ser un tipo educado, sobre todo si el Capitán esta presente.
Mande a dos de los chicos de enlace para poner en marcha a la tropa y preparé la escolta para el Capitán, pero todavía se retrasó la reunión y no salimos hasta la mañana siguiente.
Los Rompemuros somos una compañía libre, o sea mercenarios, especializados en asedios a fortalezas y castillos. No somos muchos pero tenemos nuestra fama en los Siete Reinos. Si nos das tiempo y madera somos capaces de derribar cualquier muro gracias a las habilidades de Maese Tenmar. Contamos con zapadores, algo de caballería ligera y con los ‘Avispones’, mis chicos, jabalineros bien entrenados en el arte del asalto. Pero nuestra mejor arma es la experiencia de gente como Ser Viktor Yronwood, nuestro Capitán, el primero entre iguales y veterano de mil batallas. El ya sabía que tendríamos que asaltar ese castillo y Maese Tenmar no estaba en esta reunión porque se encontraba, con Gundebando y media docena de muchachos, a la sombra de los olivos desde hacía tres días.
El Castillo de los Olivos había aguantado nuestro asalto durante tres semanas, encontramos más resistencia de la esperada y ganamos cada una de las terrazas de olivos perdiendo muchos hombres. Los Tully habían hundido el camino y aposentado arqueros y piqueros en cada una de las malditas siete terrazas de la colina, que los muchachos habían bautizado con el nombre de los siete dioses: El Padre, la Madre, el Guerrero, la Vieja el Herrero y la Doncella, dejando al Desconocido para el castillo en si. Contábamos con dos compañías Lannister de refuerzo, arqueros y lanceros de primera línea, los llamo así porque, excepto en el asalto a la terraza del Guerrero que lo habían sido los ‘Avispones’, en el resto los habíamos situado en primera fila ya que a su jefe, Ser Ryan, Nicomedes lo había encontrado muerto tras una discusión con el Capitán sobre donde colocar a los lanceros.
Avanzamos bastante deprisa teniendo en cuenta que los muchachos de Maese Tenmar tenían que hundir parte de las terrazas para crear una cuesta por donde atacar y subir las ballistas de cara al asalto final.
Tres semanas que complicaban la obtención de la prima prometida por los Lannister, en el plazo de un mes, y que nos tenía a los veteranos reunidos en gabinete de crisis pecuniaria. « La base del castillo es de roca maciza, no podemos hundir el muro, o al menos no podemos hacerlo en una semana » decía Maese Tenmar cuando entré en la tienda después de hacer la ronda nocturna con Gundebando. « Todo en orden. Félix ‘el gordo’ ha tropezado mientras hacía guardia y ha rodado por la rampa desde la quinta a la primera terraza. Le duele. Gregor, por favor ».
El doctor me mira vagamente, con una sonrisa torcida, pero sin hacer el más mínimo ademán de levantarse. Ser Viktor repite «Gregor, por favor». y ahora si, se levanta y sale con su bolsa. Que cabrón.
« Ahora que hemos tomado las terrazas deberían rendirse en poco tiempo ». Continuaba hablando Ser Viktor. « Ser Goyo Goobrook es un viejo cabezota y querrá aguantar el máximo para preservar su honor, pero no es estúpido. Necesitamos algo que mine su moral en menos de una semana y les obligue a rendirse ».
« ¿Matar a Ser Goyo? » Cuando Nicomedes hablaba en una reunión solía ser para decir cosas como esta.
« Si lo matas, su familia no se rendirá nunca. Además, tendrías que entrar y salir tu solito». Dije yo, queriendo decir que esta vez no le cubriría las espaldas. –Soy muy sutil cuando me lo propongo y eso que todavía no era escritor.- Pero Nicomedes no pareció preocupado en absoluto. Así que seguí largando en plan tipo que controla la situación. « El castillo es muy pequeño, tenían muchísimos hombres acantonados en las terrazas, hay muchos heridos, mujeres y niños ahí dentro, seguro que hace días que no comen… ».
Maese Tenmar se incorpora bruscamente. «¿Y beber? Seguro que beben todos los días. Y hace dos semanas que no llueve. Tienen un pozo… ». Todos le miramos, sus ojos brillaban, nuestro pequeño braavosi jefe de ingenieros estaba maquinando algo, ese algo que nos hace especiales, lo mismo que hizo que Ser Viktor supiera que este castillo iba a ser nuestra próxima misión. «… y nosotros tenemos los huevos de Merret Crowl».
Las buenas ideas no hacen a los Rompemuros ser lo que son, en realidad es la gente que convierte esas ideas en algo concreto lo que nos hace especiales. Yo pertenezco a ese grupo, pateo culos para hacer que se cumplan las órdenes.
Nicomedes también pertenece a ese grupo, convierte en realidad alguno de los planes más absurdos de los chicos que piensan. Planes siempre relacionados con cosas oscuras y desagradables, imposiblemente difíciles y barnizadas de sangre. Él siempre cumple aunque refunfuñando. Es un tipo tranquilo con una sonrisa casi amistosa, pero cuando se le encarga realizar algo concreto protesta entre dientes continuamente como si estuviera masticando.
Merret Crowl también hace cosas concretas, convierte el trabajo de los forrajeadores en basura. Es nuestro cocinero. Un norteño imponente, sin nariz y con una sola pierna, que ocupó este puesto en un momento de despiste y ahora nadie tiene el valor de echarle. Lo hemos intentado dejar atrás en alguna ocasión pero el cojo cabrón de dos metros siempre nos alcanza.
Al comenzar el asalto al castillo los forrajeadores volvieron de una granja con tres docenas de huevos que Merret puso a buen recaudo en un cajón a la sombra de un olivo, que los zapadores cortaron poco después. Desde entonces el cajón con los huevos quedo lejos de la memoria de Merret. El cajón fue utilizado como asiento, escalón y morada de ratas hasta que el chucho de Nicomedes casi queda afónico aullando cuando descubrió el insoportable hedor.
Nicomedes sólo sonrió ligeramente cuando le propusieron el plan, una locura desde mi punto de vista, pero ya ha quedado claro que no soy de los que tienen las ideas, sólo de los que las cumplen.
Gregor, nuestro simpático doctor, estuvo trabajando con los huevos podridos durante todo el día, poniendo un poquito de esto y un poquito de aquello hasta llenar un odre con el liquidillo resultante.
Mientras la oscuridad se cernía sobre los olivos preparé a los lanceros Lannister de primera línea al amparo de las ballistas para un asalto nocturno por la cara Este del castillo. Cuando Ser Viktor dio la orden casi pude oír a Nicomedes mascullando. Atacamos con arpeos y escalas, cubiertos por las ballistas y los arqueros, los Avispones preparados para una segunda oleada que nunca llegaría, todo para darle una oportunidad a Nicomedes de depositar los huevos podridos en el pozo del castillo.
Hay que decir que Ser Goyo los tenía bien puestos, aguanto dos días más con unas cagaleras tremendas que atacaron a todos los sitiados. Cuando llegó Ser Merlon Krakehall, un día antes de cumplirse el mes, las puertas del castillo se abrieron para mostrar a unos defensores pálidos y ojerosos que se rendían a los Rompemuros, que no obstante nunca entraron a saquear el Castillo de los Olivos, se lo dejamos a los chicos Lannister que se habían portado como héroes en primera línea y tenían peor olfato que nosotros.
No se como entró Nicomedes, supongo que Gundebando le ayudaría a escalar el muro por el lado Oeste; tampoco se si entró con su chucho o cómo se las apañó en un castillo a rebosar de gentes… es un tipo curioso, de los que convierten los planes más locos en realidad, de los que hacen que los Rompemuros tengamos un estilo propio.

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